Por una campaña contra el rearme, las guerras y el imperialismo
Gippò Mukendi Ngandu (da Viento Sur)
Estamos entrando en una nueva era. El regreso de Trump a la Casa Blanca es tan disruptivo que está provocando la crisis histórica de las relaciones transatlánticas tal y como se habían constituido después de la Segunda Guerra Mundial. La nueva administración republicana y reaccionaria pretende aprovechar la nueva situación de “caos geopolítico” para relanzar el papel de los Estados Unidos de América a través de un giro autoritario, basado en la alianza con los grandes capitalistas de la alta tecnología como Elon Musk, y a través de una nueva política exterior que pone en el centro el interés nacional imperialista.
Ante este contexto inédito, los jefes de Estado europeos están acelerando su carrera armamentista. Von der Leyen ha prometido 800.000 millones para la UE, Alemania ha anunciado un plan titánico de 900.000 millones de euros, en Francia se prevé un aumento masivo del presupuesto del ejército francés, que debería alcanzar al menos los 90.000 millones al año, mientras que en nuestro país (se refiere a Italia, ndr) el gasto previsto de 32.000 millones aumentará exponencialmente.
El creciente militarismo se justifica con la propaganda bélica contra la “amenaza de Rusia” y la retórica sobre los “valores europeos” y la “democracia”. La realidad es muy diferente. Al criticar la brutalidad de Trump, las potencias europeas, que apoyan el genocidio en Gaza, actúan con la misma lógica imperialista que el líder estadounidense, es decir, se preparan para defender sus intereses y los de sus empresas con armas y cañones.
Militarismo, nacionalismos y ascenso de la extrema derecha reaccionaria
Esta imparable carrera armamentística está preparando el camino hacia el desastre para las clases trabajadoras, la juventud y el medio ambiente. Para financiar el rearme e imponer su agenda militarista, los gobiernos de la UE se están preparando para ataques cada vez más brutales contra las condiciones de vida de las clases explotadas, para descalificar las políticas de defensa del medio ambiente y para atacar los derechos democráticos.
Y es precisamente en este contexto que la extrema derecha reaccionaria avanza y, donde no gana, condiciona cada vez más a las clases dirigentes burguesas, en Estados Unidos como en Italia, en Israel como en Argentina, en Rusia como en Turquía, en Hungría como en India, en Francia como en Alemania. Es una extrema derecha que no oculta su “voluntad de poder”, que desprecia incluso las formas típicas de las democracias liberales “burguesas” y que hace del autoritarismo y de la centralidad del jefe el eje de su política. Es una extrema derecha que es cada vez más cortejada por amplios sectores de la burguesía, porque la consideran una solución político-ideológica válida capaz de controlar los movimientos de masas con puño de hierro, imponer ajustes y expropiaciones brutales con el fin de recuperar beneficios.
La agresiva retórica imperialista de Trump, que apunta a la conquista de Groenlandia, la recuperación del Canal de Panamá y la anexión de Canadá, debe interpretarse en el contexto de esta reorientación, aunque haga referencia a algunos rasgos históricos del imperialismo clásico estadounidense, como la Doctrina Monroe o las presidencias republicanas históricas como la de William McKinley, caracterizada por el proteccionismo y la expansión territorial estadounidense (Puerto Rico, Filipinas…). La gran diferencia es que la expansión imperialista de McKinley coincidió con el momento de auge de la potencia estadounidense, mientras que las amenazas de Trump son un cierto reconocimiento de los límites de la potencia estadounidense y se producen en un contexto de declive. El ascenso de Trump es, de hecho, el síntoma de una nueva situación internacional, en la que asistimos al surgimiento de China como potencia competidora, cada vez más orientada a una alianza con Rusia, así como a la de potencias medias como Turquía y otros países del Sur global que pretenden influir en la dinámica regional en función de sus propios intereses y que no constituyen en absoluto una alternativa política y social real, como afirman imprudentemente algunos sectores de la izquierda radical italiana y europea. La lucha contra la extrema derecha solo puede adoptar un perfil internacionalista, antimilitarista y solidario.
Salto histórico del militarismo europeo
La consecuencia de esta crisis es un salto imponente en el militarismo de los gobiernos imperialistas europeos, un giro que ya había comenzado antes de la guerra de Ucrania, pero que se profundizará aún más. Con la justificación de la “autonomía soberana”, la “defensa de Ucrania” y la fantasía de una invasión por parte del “imperialismo ruso” y del “nazismo de Putin”, las potencias europeas se preparan para emprender una nueva carrera de rearme con el apoyo entusiasta de conservadores, socialdemócratas, verdes, “atlantistas” y extremistas de derecha.
Gobiernos, empresas, periodistas y medios de comunicación repiten al unísono eslóganes belicistas que recuerdan a los turbulentos inicios del siglo XX. Hay que defender Europa, sus valores, relanzar la industria militar, educar en las escuelas en el “amor a la patria” y formar a las nuevas generaciones necesarias para ampliar los ejércitos y tal vez volver a introducir el servicio militar obligatorio. Los Scurati, los Serra, a los que se ha sumado la principal fuerza de la oposición, el Partido Demócrata, gritan a los cuatro vientos que Europa está en peligro, que está sola en un mundo hostil y que debe rearmarse. Todo es culpa de Trump y Putin, por lo que Estados Unidos ha abandonado Europa y Rusia tiene ambiciones expansionistas.
Sin embargo, el militarismo de la Unión Europea precede a la guerra en Ucrania.
En los años 70 del siglo pasado, Ernest Mandel puso el énfasis en la necesidad de investigar la “economía del rearme permanente” en su libro fundamental, El capitalismo tardío, que nunca se publicó en italiano. Así escribía: “Desde los años treinta, la producción de armas desempeña un papel cada vez más importante en la economía imperialista. No hay ni la más mínima señal que anuncie el fin de esta tendencia. Constituye una de las características del capitalismo tardío que hay que explicar a partir del proceso de desarrollo socioeconómico de esta misma forma de producción” [Ernest Mandel, El capitalismo tardío].
La economía de rearme permanente no ha terminado en absoluto, ni siquiera en Europa. El plan ReArm Europe no ha surgido de la nada. Sin duda, al principio de su proceso de construcción, la ausencia de una política de defensa común favoreció inicialmente la imagen de una UE como un espacio pacífico, libre de impulsos militaristas que, por el contrario, pertenecían a los Estados-nación. Sin embargo, la militarización de los países de la UE comenzó mucho antes de la invasión de Ucrania por parte de Rusia en febrero de 2022, a partir de 2010. De hecho, en los países de la OTAN, los gastos militares, en su mayoría europeos, han pasado de 162 000 millones de euros en 2014 a 214 000 millones de euros en 2022, un vertiginoso aumento del 32 % [fuente: Agencia Europea de Defensa, EDA, diciembre de 2022].
El aumento de los gastos militares ha sido muy rápido, sobre todo en los países bálticos y en los países de Europa Central y Oriental (Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Polonia), mientras que algunos países concentran la mayor parte de los gastos militares de la UE: Alemania, Francia, Italia, Polonia y los Países Bajos. Estos países representan juntos el 70 % del gasto militar de toda la UE [Alemania: 23,4; Francia: 20,9; Italia: 12,1; Polonia: 6,6; Países Bajos: 6,2]. En cuanto a las armas sofisticadas, Francia es líder con el 71 % de la producción europea, seguida de Alemania con el 22 %.
El plan Rearm Europe
La Comisión Europea (con la excepción del presidente húngaro, el “trumpista” Viktor Orbán) ha aprobado el plan Rearm Europe, por valor de 800.000 millones de euros, eximiendo los gastos militares de los Estados del límite de déficit del 3 % del PIB (el compromiso de austeridad establecido en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento). El plan también prevé préstamos colectivos de hasta 150.000 millones de euros para inversiones militares de los Estados miembros, abriendo la financiación militar a inversiones privadas, entre otras medidas.
En Alemania, la futura coalición de gobierno entre conservadores (CDU) y socialdemócratas (SPD) liderada por F. Merz ha anunciado un plan de rearme monumental aprobado por el Bundestag y el Bundesrat -”defensa a toda costa”- que implica modificaciones constitucionales para desbloquear el techo de la deuda y destinar miles de millones de euros a defensa. En el Bundesrat, el plan fue aprobado también por la mayoría de los miembros de la Cámara Alta de Die Linke, lo que suscitó muchas polémicas.
El gobierno de Meloni, que se debate entre Trump y Von der Leyen, parece prudente. En realidad, la extrema derecha nacional está llevando adelante su propia propuesta en el debate sobre el plan de rearme europeo, que prevé destinar fondos públicos europeos para garantizar las inversiones privadas en el sector de la defensa y la innovación tecnológica. Se trata de una propuesta complementaria que añadiría una nueva herramienta a las ya previstas en el plan ReArm Europe, definido por Ursula von der Leyen con el objetivo de fomentar una mayor inversión de las empresas europeas en el sector militar.
Italia, por otro lado, ya está en plena carrera hacia el rearme. Recordemos, de hecho, que en 2025 el gasto militar será de 32.000 millones, ¡de los cuales 13 solo para armas!
Un nuevo ciclo de políticas de austeridad y relanzamiento del imperialismo europeo
El rearme y el aumento de la industria y el comercio de armamento en la UE tienen como objetivo aumentar el PIB de los Estados miembros y restablecer la tasa de beneficio para las empresas y los inversores. Este rearme va de la mano, y no puede ser de otra manera, con el fortalecimiento de nuevas políticas de endeudamiento que preludian a medio plazo un nuevo ciclo de austeridad, generando un imaginario colectivo de una Europa amenazada que debe responder según los viejos parámetros de la “unidad patriótica”. La UE —y con ella nuestro gobierno, que se alinea con la derecha representada por Von der Leyen, Macron, Merz o Mark Rutte— responde a los problemas con la misma lógica imperialista que Estados Unidos, China o Rusia. Como escribe el economista Brancaccio, “en el momento en que la crisis de la deuda obliga al imperio estadounidense a reducir su área de influencia y a cargar con aranceles incluso a sus vasallos, el problema de las diplomacias europeas se reduce a uno solo: diseñar un imperialismo autónomo, capaz de acompañar la proyección del capitalismo europeo hacia el exterior con una potencia militar autónoma” [Il Manifesto, 13 de marzo de 2025]
Las empresas militares son y serán, obviamente, las principales beneficiarias del aumento de los gastos militares. Son las industrias de armamento, concentradas en un pequeño número de Estados miembros, las que tienen cada vez más influencia en la definición de las opciones estratégicas de la Comisión.
De hecho, se encuentran en Francia, Alemania e Italia y su volumen de negocios no es en absoluto despreciable. Según fuentes del SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute), si los grupos estadounidenses representan el 50 % de las ventas totales de las 100 primeras empresas del mundo, los grupos europeos representan el 14 % y los británicos el 7 %. Entre las empresas europeas, la que más negocios hace es Leonardo, mientras que la segunda es Airbus, una empresa franco-alemana. Este puñado de grandes grupos europeos domina la producción y los pedidos públicos en los Estados miembros e influye en la estrategia de la Comisión. Claude Serfati subraya que “el apoyo de los principales grupos europeos por parte de los gobiernos nacionales les ha permitido crear poderosos canales de influencia a nivel comunitario (Comisión, Parlamento Europeo, etc.). Desde la década de 2000, los responsables de los principales grupos europeos de defensa están presentes en los grupos de trabajo creados por la Comisión. En los últimos años, la actividad de presión ante la Comisión y el Parlamento ha aumentado considerablemente a la par que la militarización de la UE, aunque los grupos de defensa europeos no han podido influir en la Comisión”. [Claude Serfati, Un monde en guerres, Textuel, pág. 180].
Si, por lo tanto, persisten fuertes contrastes y contradicciones entre los diferentes países europeos, la guerra y las crisis empujan a la UE hacia una mayor integración en el ámbito militar bajo el impulso de las empresas militares.
Con el giro actual marcado por Donald Trump, el impulso al armamento es, por lo tanto, inevitable y debe preocuparnos, ya que a lo largo de la historia todas las carreras armamentísticas en Europa han terminado en tragedias y masacres. Esta carrera armamentística se financiará atacando los logros sociales y liquidando lo que queda del Estado del bienestar. También implicará recortes en los derechos democráticos y políticas que son importantes para la extrema derecha, como la reintroducción del servicio militar obligatorio en algunos países, lo que podría reactivar en general las luchas contra los recortes y los ataques a las condiciones de vida y a los movimientos contra la guerra.
La Europa fortaleza y segura como parte del proceso de militarización
Las medidas represivas contra los migrantes son parte constitutiva del proceso de militarización en curso. No es casualidad que hayan aumentado exponencialmente en los últimos años. En unos veinte años, la financiación de la UE a los países de la otra orilla del Mediterráneo destinada a externalizar el control y la gestión de los flujos migratorios ha alcanzado más de 130 000 millones de euros. En 2021, Frontex, la agencia encargada de controlar los flujos migratorios en el Mediterráneo, recibió una financiación sin precedentes de 5.600 millones de euros, que se cubrirán en el período 2021-2027 con un aumento del 194 % en comparación con el ciclo presupuestario anterior. Esta financiación prevé la compra de nuevas armas “letales y no letales”. Será difícil distinguir entre las primeras y las segundas.
Así es como la política migratoria arroja una luz mucho más realista sobre el comportamiento de los países europeos en comparación con las declaraciones de sus líderes sobre los “valores democráticos” en los que se basaría la integración europea.
El verdadero rostro de la Unión Europea: la Europa del Capital, neocolonial y racista.
¿Qué credibilidad tiene la Unión Europea como baluarte de la democracia después de no haber sido capaz de dejar de comerciar armas con Israel mientras este lleva a cabo el genocidio del pueblo palestino? ¿Qué credibilidad puede tener Francia, que ha saqueado y controlado la economía de gran parte de sus antiguas colonias? ¿Qué credibilidad puede tener Italia, que defiende a capa y espada a esos malvados torturadores que impiden a los inmigrantes llegar a las costas italianas?
Si el imperialismo clásico justificaba su intervención con la necesidad de civilizar a otros pueblos exportando los valores de la cultura occidental. El imperialismo contemporáneo, a partir de la guerra de Irak de 1990, ha proclamado el imperativo humanitario para sus operaciones militares, justificándolas así con el objetivo de derrocar a los gobiernos dictatoriales.
Con la profundización del caos geopolítico y la agudización del enfrentamiento interimperialista, estos objetivos no han desaparecido. Así, hoy en día, la Unión Europea basa su retórica belicista en nombre de la paz y la democracia. Todo esto no solo es repugnante, sino que también es profundamente funcional a un proyecto que quiere fortalecer la Europa del capital, colonial y racista, y alimenta el impulso de la extrema derecha. Independientemente de cómo se financien, los planes de rearme de la UE solo beneficiarán a los grandes capitalistas, los mercaderes de la muerte que ya se están frotando las manos por el aumento del valor de sus acciones. Independientemente de cómo se financien, los planes de rearme irán acompañados de una limitación de los derechos políticos dentro de los países.
Denunciar la falsa “pax trumpista”
Luchar contra la guerra, contra el militarismo y los imperialistas significa denunciar también la falsa paz propuesta por Trump. El reelegido presidente de EE. UU. ha cambiado radicalmente la posición de su país sobre la guerra en Ucrania. Estados Unidos ha pasado de armar a Ucrania y liderar a los aliados de la OTAN a abrir una negociación bilateral para el alto el fuego directamente con Vladimir Putin, excluyendo a sus antiguos aliados (las potencias europeas y el mismo Zelensky) de las conversaciones.
El mensaje de Trump es categórico y bastante chantajista: o Zelensky (y sus aliados europeos) aceptan las condiciones negociadas por Putin para un alto el fuego, o Estados Unidos se retira. Las negociaciones están en curso, de hecho, acaban de comenzar. Aunque se desconocen los detalles de la primera reunión entre Rusia y Estados Unidos en Riad, cualquier acuerdo entre los dos supone que Ucrania admita la derrota, lo que implica como mínimo la aceptación de la pérdida del 20 % del territorio ocupado por los rusos (las cuatro regiones autónomas de Donbass más Crimea); y que se declare neutral renunciando a su pretensión de entrar en la OTAN (y en la UE). Putin, por otro lado, ha puesto como condición la celebración de elecciones en Ucrania sin Zelensky, abogando por su sustitución por un gobierno favorable al Kremlin.
Además, Trump exige que Zelensky firme un acuerdo para la explotación de minerales y tierras raras, según el cual Estados Unidos se quedaría con la mitad de estos recursos, como compensación por la ayuda militar recibida. Cabe recordar que fue el propio Zelenski quien propuso por primera vez a Trump esta transacción prácticamente colonial, con la esperanza de obtener a cambio una garantía de seguridad por parte de Estados Unidos, lo que evidentemente no ocurrirá.
El tiempo parece jugar a favor de Putin, que antes de aceptar un alto el fuego seguramente tratará de consolidar y tal vez ampliar sus avances en el campo de batalla, y de garantizar algunas “líneas rojas” para el Kremlin, entre ellas la neutralidad de Ucrania, que incluye la desmilitarización del Estado ucraniano, una zona de seguridad y la garantía de que no habrá tropas de la OTAN.
El destino de Ucrania, martirizada por tres años de conflicto, se está convirtiendo, por tanto, en un botín disputado por Estados Unidos y Rusia, con las potencias europeas reclamando, por ahora infelizmente, su parte. La autodeterminación del pueblo ucraniano no podrá afirmarse a través del falso plan de paz acordado por Trump y Putin, sino solo a través de un verdadero alto el fuego que conduzca a la constitución de verdaderos diálogos en los que participen todos los actores en el campo, empezando por los ucranianos.
Por una movilización europea unitaria contra la militarización en curso. ¡Stop Rearm Europe!
Ante los nuevos escenarios, cada vez más sombríos, es más urgente que nunca impulsar una movilización europea unitaria contra la militarización. Por eso nos adherimos con firme convicción al llamamiento “Stop Rearm Europe – welfare, not warfare”, lanzado entre otros por Transform Europe, el Transnational Institute, Arci y Attac Italia.
Lo haremos como internacionalistas y ecosocialistas, centrando la lucha contra este Europa del Capital, neocolonial e imperialista, por otra Europa, la necesaria e indispensable que queremos, un Europa de los trabajadores y las trabajadoras, solidario, pacífico y antirracista, poniendo en el centro la autodeterminación de los pueblos.
Precisamente por eso, lo haremos, sin olvidar nunca la solidaridad anticolonial con luchas como la del pueblo palestino frente al genocidio sionista, para que se reconozca la autodeterminación del pueblo kurdo y de Rojava. Es evidente que la clase dominante no tiene otro plan que acelerar las crisis abiertas: un proyecto basado en la inversión en “medios de destrucción” de la vida y del planeta, para defender los intereses de las burguesías. Por eso creemos que es necesario organizar un enfrentamiento en el marco de un programa ecosocialista, que enfrente sus planes de rearme y luche a todos los niveles contra la Europa del capital en una perspectiva de Estados Unidos ecosocialistas de Europa como alternativa a la barbarie del presente.
Lo haremos porque estamos en contra de todo imperialismo, en contra de la OTAN de Estados Unidos, tanto en su versión de Biden como de Trump, en contra de las burguesías europeas militaristas y belicistas, así como en contra de Putin y su régimen imperial y zarista, todos unidos para utilizar sus instrumentos opresivos para mantener sus zonas de dominio; como no tenemos ninguna confianza en otras potencias capitalistas emergentes.