Esta no es nuestra Europa

Franco Turigliatto (de Viento Sur)

Lo que ocurrió las semanas pasadas a ambos lados del Atlántico refleja gráficamente una aceleración política e histórica; imágenes y declaraciones vistas y oídas por centenares de millones de personas muestran un mundo nuevo y abren una nueva fase histórica. En realidad, este mundo nuevo ya sobrevino hace unos años; ahora han caído algunas caretas que lo hacían menos perceptible y lo ocultaban a los ojos de las masas; estamos hablando del choque entre los diversos imperialismos, entre las potencias capitalistas dominantes, y de sus conflictos en distintos lugares del mundo.

La nueva fase histórica y la ley del más fuerte

La nueva fase histórica se caracteriza por numerosos elementos: la crisis del sistema capitalista, la aceleración de la crisis ambiental, la búsqueda desenfrenada del beneficio, el acaparamiento de los recursos y de las tierras raras del planeta, una competencia económica aún más agresiva que sacude los avances previos de la globalización, las guerras comerciales que se agudizan y, finalmente, la carrera desbocada al rearme y la proliferación de las guerras. En el plano político se extienden los nacionalismos y las ideologías reaccionarias y fascistas con el crecimiento casi exponencial de las fuerzas políticas que las representan.

Los derechos del planeta a conservar un equilibrio ecológico, los derechos de los pueblos a la autodeterminación, los derechos sociales y democráticos conquistados por las clases trabajadoras están de nuevo en entredicho; el estado del derecho internacional, fruto de los anteriores equilibrios entre las grandes potencias surgidas de la segunda posguerra y los países más precarios que emergieron del colapso de la Unión Soviética está en tela de juicio. Hoy son tantos los malos, los poderosos de la Tierra que sostienen y practican en exclusiva y abiertamente la ley del más fuerte.

Si cabe atribuirle un mérito a Trump es que ha sacado a la luz estas formas de dominación de todas las grandes fuerzas capitalistas. Trump está masacrando y masacrará vastos sectores sociales de la población estadounidense en beneficio de sus amigos y colegas superricos; Trump apuesta abiertamente por un acuerdo con Rusia para repartirse el mundo, cosa que también desea, a su vez, el autócrata de Moscú; quiere poner fin a la guerra en Ucrania porque piensa que tendrá que lidiar otra más amplia en el espacio indopacífico para conservar la hegemonía estadounidense; de paso se lleva a casa (al acuerdo con Zelenski solo le falta la firma) la apropiación de una parte amplia de los recursos ucranianos.

Los aliados, grandes y pequeños, no son más que vasallos que han de adaptarse, por las buenas o por las malas (a base de chantajes) a sus intereses y decisiones, incluida la Unión Europea, que debe cargar con una parte de los costes económicos y militares a fin de preservar los intereses del capitalismo estadounidense. En realidad, tras el encuentro en el despacho oval y los posicionamientos propagandísticos de los y las dirigentes de la UE, la situación está evolucionando. El primer ministro británico teje la tela que une las negociaciones económicas con la búsqueda de un acuerdo entre EE UU y Europa que incluya la cuestión de Ucrania, hasta el punto de que Zelenski pueda afirmar que “estoy dispuesto a trabajar por la paz bajo la guía del presidente de EE UU”.

Son las potencias imperiales en apuros o en declive las que muestran más abiertamente que muchas otras su rostro agresivo. Cuando Trump dice Make America Great Again, certifica el declive de EE UU (con la enorme deuda que grava el país), proponiéndose reafirmar la hegemonía mundial con múltiples instrumentos, como se desprende del inquietante discurso sobre el estado de la Unión, en que recalcó su voluntad de anexionar Groenlandia y recuperar Panamá.

Rusia, que pasó grandes apuros tras la desaparición de la Unión Soviética, se ha reconstruido como potencia capitalista bajo el régimen autocrático y reaccionario de Putin y ha recuperado rápidamente y a la fuerza el control de los territorios que configuraban el imperio zarista hacia el este; después ha virado al oeste para “garantizar su seguridad”, buscando un nuevo reparto con las potencias occidentales y pasando después a los hechos con la invasión brutal de Ucrania, negando así el derecho a la existencia y a la autodeterminación de una nación entera.

Erró el cálculo porque pensaba llegar a Kiev rápidamente con el colapso del Estado ucraniano y en vez de ello encontró una gran resistencia popular masiva que pudo contar con el apoyo de los ejércitos occidentales. La operación militar especial de Putin se transformó en una guerra terrible y prolongada. Pero también la Europa capitalista y los EE UU de Biden calcularon mal, pensando que se podía ganar la guerra y/o que les interesaba que se alargara a fin de agotar a Rusia y tal vez también que el régimen de Putin entrara en crisis.

Europa no ha planteado nunca una solución política, suponiendo que fuera posible. La realidad ha resultado ser bastante distinta de lo que pensaba Putin y se imaginaban los gobiernos europeos y nuestros tertulianos de televisión. Después de tres años de guerra estamos ante un millón de muertos y heridos en ambos bandos, generaciones enteras de jóvenes de los dos países caídos en el campo de batalla y decenas de miles de civiles ucranianos muertos bajo las bombas rusas e inmensos territorios destruidos. Y la guerra no puede más que alimentar los peores nacionalismos reaccionarios. Por eso es necesario que se declare el alto el fuego.

Mientras, los dirigentes europeos y estadounidenses, al tiempo que dicen que quieren defender los derechos a la libertad del pueblo ucraniano, aplican el doble rasero y sostienen política e incluso militarmente al gobierno israelí, convirtiéndose en cómplices de la masacre del pueblo palestino y de la negación de todos sus derechos. También en este caso es Trump quien expresa más abiertamente los intereses de todas las potencias occidentales y del gobierno sionista: la expulsión del pueblo palestino de sus tierras y el refuerzo ulterior de la potencia neocolonial sionista como punta de lanza en Oriente Medio.

Por una Europa grande y armada hasta los dientes

La UE muestra actualmente todas sus limitaciones, políticas, sociales y democráticas. Las burguesías europeas no han logrado construir un Estado federal y una gobernanza política centralizada acorde con su fuerza económica (véanse los dardos de Draghi), hasta tal punto han estado condicionadas y prisioneras de las decisiones de EE UU, pagando un precio muy elevado: Trump amenaza ahora con los aranceles y ya ha conseguido que la UE acepte incrementar el gasto militar, comprando aún más armas a los fabricantes estadounidenses.

Las élites europeas vienen practicando desde hace más de veinte años brutales políticas de austeridad que han desmantelado poco a poco el Estado de bienestar, empeorando drásticamente las condiciones de vida de las clases trabajadoras, favoreciendo así el desarrollo de fuerzas reaccionarias y fascistas; han asumido cada vez más las políticas de los partidos de derechas contra las y los inmigrantes; las fuerzas de extrema derecha ya forman parte de la gobernanza política europea; y en el plano institucional, la UE está deslizándose hacia un régimen autoritario y no democrático.

Han podido hacerlo porque han derrotado a las fuerzas sociales y políticas que en el transcurso del siglo XX fueron los sujetos que con sus luchas impusieron que los países europeos fueran un poco mejores que otros países del mundo en lo tocante a los derechos sociales, civiles y democráticos: hablamos de las clases trabajadoras. Y han destrozado el movimiento obrero, que era la estructura maestra de aquel compromiso social. También han podido hacerlo porque las direcciones socialdemócratas y las burocracias sindicales se han doblegado a las políticas neoliberales de las burguesías. Sin el protagonismo y el papel de las clases trabajadoras no puede haber una democracia real.

La retórica sobre la Europa democrática y progresista resulta por tanto totalmente falsa ante la realidad de los hechos. La bandera UE que hoy propone la corriente neoliberal de la burguesía para una manifestación nacional en La Republica es una bandera falsa bajo cuya sombra se han tomado las peores decisiones en los últimos años, es la bandera del capitalismo que ha producido la crisis actual. Léase a este respecto el editorial de il manifesto y también el artículo de Marco Bersani.

La Europa comunitaria, surgida tras la segunda guerra mundial para superar la hostilidad entre el capitalismo francés y el alemán en nombre de una política de paz de inspiración socialdemócrata en plena edad de oro del capitalismo, ya comenzó a erosionarse en la década de 1980 con las primeras medidas neoliberales, continuamente reforzadas a lo largo de los años hasta la plena imposición de la austeridad. Me remito a este artículo de profundización sobre la evolución de la unidad europea.

Hoy asistimos a una nueva etapa con la presidenta de la Comisión, así como con la opción de Draghi, quien concibe el futuro de Europa a través de un ingente plan de rearme militar. No la Europa de la justicia social, de los derechos y de las medidas ecocompatibles como instrumentos para afrontar el futuro y los desafíos de la pluricrisis mundial, sino la Europa del aumento exponencial del gasto militar que se cargará sobre las espaldas de las clases trabajadoras.

Nos hallamos en plena revitalización del antiguo lema del imperio romano: “Si quieres la paz, prepara la guerra”, con la referencia al fascismo italiano cuando se dice que hace falta renunciar a la mantequilla para tener cañones.

Otra Europa es posible y necesaria

No obstante, estamos más que nunca a favor de la unidad de Europa, pero de una Europa distinta de la Europa capitalista e imperialista. Esta solo será posible mediante la actividad y la unidad de las clases trabajadoras del continente, el relanzamiento y la reorganización del movimiento obrero para defender sus derechos y sus condiciones sociales, la distribución del trabajo existente, salarios dignos, educación y sanidad debidamente financiadas para todas y todos, impuestos a la gente rica y las grandes fortunas; las medidas económicas y políticas deben guiarse por la vida de las personas y no por los beneficios e intereses de las grandes empresas, más todavía en el complejo militar industrial. Es el único modo de frenar los empujes reaccionarios y fascistas.

Además: inversión pública para garantizar efectivamente una transición verde, para salvar el medio ambiente y combatir el calentamiento climático; una política de paz, en el sentido de una acción que garantice el derecho de autodeterminación de todos los pueblos y de las diversas minorías; una fuerte ofensiva de masas por una política de desarme. Conviene todo aquello que puede dificultar la acción de los gobernantes imperiales encaminada a abrir brechas sociales en otros países.

Hay que recuperar la perspectiva de la construcción de una federación de Estados europeos, es decir, de los Estados Unidos de Europa, que estuvo viva durante el siglo XX, construyendo un proyecto alternativo, un objetivo de clase, dentro de una perspectiva de sociedad ecosocialista para afrontar los terribles desafíos económicos, sociales y ambientales que plantea este periodo.

No nos aliamos con las hipócritas burguesías europeas, que no son menos imperialistas que sus socios estadounidenses y rusos. No pensamos que la solución y la confrontación con el imperialismo estadounidense hegemónico pueda venir de las otras potencias capitalistas e imperialistas, que no son menos opresoras de sus pueblos y buscan nuevos espacios económicos y geopolíticos, que algunos identifican falsamente en los países del BRICS.

Pensamos más que nunca que se puede partir de las clases explotadas y oprimidas, de su organización, del refuerzo de su conciencia de clase, de su unidad por encima de las fronteras, para combatir todos los nacionalismos reaccionarios y el doble rasero que aplican todos los poderosos del planeta en función de sus alianzas.

Así, podemos retomar el planteamiento político estratégico que caracteriza nuestra organización, bastante distinto del de otras fuerzas políticas de izquierda, pero que no nos impide estar bien presentes en todas las manifestaciones sociales y políticas en contra de las políticas capitalistas, las fuerzas fascistas y el militarismo:

  • Contra la barbarie capitalista que destruye a las personas, los pueblos y el medio ambiente.
  • Contra todos los imperialismos y toda forma de opresión y explotación.
  • Para poner fin a la guerra, a la enloquecida carrera de armamentos y a la espiral suicida del militarismo.
  • Por los derechos de los pueblos a su autodeterminación.
  • Junto a las clases trabajadoras y oprimidas de todos los países, en defensa de sus derechos y de sus reivindicaciones económicas, sociales y democráticas,
  • Por la unidad y la solidaridad internacionalista de las clases oprimidas y explotadas para construir una alternativa ecosocialista.

05/03/2025